“Yo vengo de los ochenta” el próximo libro de Roberto Araújo

Roberto Araújo

“La Titì era una tía abuela que se vino a vivir con la Mamá después que su novio la dejara plantada…….”

El escritor e historiador Roberto “Betito” Araújo presentará dentro de poco su próximo libro “Yo vengo de los Ochenta”, “El Jardín de la Tití”, sin dudas otra obra de Araújo las cuales, han sabido sorprendernos y enseñarnos, teniendo sus publicaciones particular contenido desde lo delicadamente común hasta lo elegante y real.

Adelanto

“La Titì era una tía abuela que se vino a vivir con la Mamá después que su novio la dejara plantada y huyera con su prima hermana , para aparecer muchos años después ya viudo y reivindicando su condición de novio oficial , pues según su concepción el noviado jamás se había disuelto formalmente.

Pero ya era demasiado tarde la Titi, había consolidado y resignado su condición de mujer plantada, y después de mascar y digerir el dolor y el rencor, había optado dedicarse a ser única exclusivamente “la Tía” y a cuidar de su jardín.

El Jardín de la Titi, un rincón olvidado del patio, recostado a un viejo peral, donde entre batatas de Dalias, gladiolos, algunos junquillos arrebatados al bañado, dos o tres rosas, componían con artística armonía su florido vergel.

Una Tía buena, esas tres palabras bastan para describir con generosidad y justeza los límites de su existencia.

Ultimo recurso de nuestros dolores infantiles, refugio de las angustias adolecentes, su bondad era un oasis de generosidad, comprensión y ternura, pero una bondad marginada, hasta desacreditada, ignorada, por el omnipotente universo de los mayores, donde los criterios utilitarios y pragmáticos, hacían carie en el corazón de los mas chiquitos, sin importar las cicatrices, pero para eso estaba la Titi, hasta que se nos fue y en su vacío descubrimos su grandeza.

La Titi venia de la rama de los Silva, gente potentada y ostentosa. Estirpe asentada en estas comarcas como herencia de su fundador don Eolo Silva, antiguo Capitao do Mato, quien diseño una oscura epopeya como cazador de esclavos prófugos del Imperio de don Pedro II, sus hazañas y desalmadas batidas lo hicieron notorio al arrancar la segunda mitad del siglo XIX en el Norte uruguayo , y cuando Venancio Flores se alzara en su tristemente célebre Cruzada Libertadora, encontró en don Eolo un fiel servidor, que luego le acompañara , con sus desmanes por el Paraguay de Solano López, y ya de vuelta, amigado con el General Goyo Suarez, cobro sus favores haciéndose de extensísimas tierras entre el Queguay y el Arapey.

Al morir, allá por el ochenta y pico, hizo erguir un ostentoso Mausoleo, coronado por una cruz de Bronce en la cima de una lomita recostado a Matojo, y fue desde entonces sitio sagrado para los Silva, y la Meca de peregrinaciones multitudinarias, donde los de su estirpe, rendían homenajes a las barrabasadas que habían justificado sus riquezas y ganados.

Ya en el siglo XX los Silva de tanto en tanto de manera a cada vez más distanciada, se juntaban.

En un velorio, en un cumpleaños, un casamiento, venían desde muy lejos, en sus “camionetones” pesados y barullentos.

Desde Salto desde Paysandú, de Entre Ríos, con sus Ponchos pesados de lana curda, botas sonadoras, joyas resonantes.

Hablaban de rodeos, de ganados, de razas y cruzamientos, de haciendas y de estancias, de lana, y de zafras.

Mientras que la Tití se quedaba allí, en un rincón casi que inadvertida, con algo de invisible, de transparente, y ajena a mercados y remates, sin rencores sin frustraciones ni resentimientos. Su hacienda eran sus plantas, su herencia sus flores.

Los años pasaron, las décadas se sucedieron, los entierros fueron llegando en forma de telegramas, y de algunos comentarios póstumos, …. que a don fulano lo comió el cáncer , que a doña Zutana le reventó una vena en la cabeza , por un disgusto, con sus hijos etc etc .

Y el tosido del reloj del viejo Cabrelli siguió con su ritmo eterno, indiferente y continuo, y con él, estancias y haciendas, joyas y ganados, fueron coloreándose con el amarillento desdén de la foto antigua .

Una generación y media, poco mas poco menos, fue el precio que cobró el tiempo para hacer mierda el vasto patrimonio.

Entre hijos naturales y legales, sobrinos y divorcios, se fueron devorando, herrumbrando carcomiendo, portones, alambrados y candados.

Y ya en el Mataojo , salvo la leyenda de una luz mala que suele posarse sobre la lomita, no quedan ni los ladrillos esparcidos del mausoleo ni de la cruz de bronce , que otrora convocara a los agradecidos Silva,,

Hoy no queda ni el vano recuerdo de aquella ostentosa vivencia, pero aunque sea de no creer, el jardín de la Titi, crece y florece año tras año, con mágica rigurosidad….

 

Notícias Relacionadas

Os comentários são moderados. Para serem aceitos o cadastro do usuário deve estar completo. Não serão publicados textos ofensivos. A empresa jornalística não se responsabiliza pelas manifestações dos internautas.

Deixe uma resposta

Você deve estar Logando para postar um comentário.